Entonces mi ventana
dejó de soñar
con tus claveles rojos
y mi suéter gris
descubrió el misterio
de tus noches de insomnio,
sin embargo,
nunca pensé
que mis camisas arrugadas
extrañarían
el violeta de tus labios
y el rosado de tus uñas,
ni nunca llegué a imaginarme
que aquel gato visitante
estuviera enamorado
de mi sombrero beige
y de tu bufanda de sueños
ni que el vacío que dejaste
en mi cama
se llenaría cada día
con el canto de los toches
saludando la mañana,
y cuando me di cuenta
de que las estrellas
titilaban mensajes secretos
en la clave morse del universo
ya era demasiado tarde
para pedirte que volvieras
mi alma había encallado para siempre
con las demás cometas
en la ceiba milenaria
a dos metros
del abismo de la existencia…