Al principio, el universo era un gran despelote. El espacio estaba lleno de agujeros negros por todas partes, los planetas giraban por donde les daba la gana y las estrellas se prendían y apagaban sin ton ni son. Entonces, Dios dijo: “Esto se me está pareciendo mucho a Bogotá, voy a hacer que haya armonía donde cunde el caos y orden donde reina el despelote”. Fue así que se dedicó a organizar que en vez de un transmilenio universal, donde todos los átomos viajaban apiñados e incómodos, para que cada átomo cogiera su respectiva órbita y cada planeta girara alrededor de su respectivo sol y que los soles a diferencia de los semáforos bogotanos, estuvieran sincronizados para que existieran el día y la noche.
Dios miró su creación complacido y pensó para sí: “Si este mundo estuviera habitado, hasta se vería más bonito, ¿pero con qué carajos lo puedo rellenar?” Fue así que se sentó a su mesa de dibujo y en un par de eternidades que para Él solo son dos segundos, hizo los planos de todo lo que vemos a nuestro alrededor, flores, pajaritos, mariposas y desde las cucarachas escurridizas y los ratones ladrones, hasta maravillas de gran tamaño, como elefantes y ballenas. Por último decidió crear a un ser que tuviera algo de cerebro para tener con quién garlar, y fue así como creó a Adán. Para ello tomó un poco de boñiga de vaca, habiéndose puesto previamente unos guantes de látex, y le dio forma a un muñequito y de un estornudo lo trajo a la vida.
Cuando Adán se despertó, se dijo: “¡Dios mío!, ¿quién me haría el favor de sacarme de ese mierdero donde estaba metido?” Y como Dios todo lo sabe, le contestó: “No solamente te saqué de la mierda, sino que te tengo un paraíso para vivir, sin pagar renta y podrás pasártela rascándote la barriga todo el día”.
Adán miró a Dios con cara de enguayabado y le dijo: “¿No pretenderás vos que yo viva aquí solo, rodeado de mandriles y culebras?, ¿por qué no me creas una buena hembra para yo pasar el rato?”
“Buena idea”, contestó Dios, y se dijo para sus adentros, “ya verá este verraco lo que le va a pasar por angurrioso”. Fue así que Dios tomó una revista de Playboy, arrancó una hoja de una vieja en bola, hizo una bolita con la hoja, en eso le dio un ataque de tos y así fue que Dios creó a Eva.
“No, mamacita divina, vení pa’cá”, dijo Adán, “tengo un hambre de melones ni la tremenda, querés que te los coja?”
Dios se sintió orgulloso de su creación, pero decidió crear un código de justicia penal, así fue que se inventó el primer crimen y su respectivo castigo. Entonces dijo a Adán y Eva:
“Pueden jartar de todos los frutos de este paraíso, pero cuidadito se me comen el anón, que es ese fruto tan sabroso que está allá sentado”, dijo señalando a un árbol, “porque si desobedecen, llamo al ángel de las trompadas, para que los coja a porrazos y los expulse de este bar, digo de este Paraíso”.
Dios decidió entonces tomarse unas vacaciones y se fue de gira por Europa. Mientras tanto, Adán y Eva, convirtieron el paraíso en una discoteca a la que llamaron el “Paraíso de la rumba” y hacían tanto escándalo de jueves a domingo, que hasta las culebras empezaron a quejarse porque no las dejaban dormir. Fue así, como una culebra aburrida de este par de personajes, decidió tenderles una trampa. Se subió a un árbol de anón y cuando Adán y Eva pasaban por ahí, les dijo: “Papacitos, no saben de lo que se está perdiendo, esta fruta es más sabrosa que la que vustedes se están comiendo, denle una probadita y les va a saber a gloria”.
Adán miró a Eva, Eva miró a Adán y de una empezaron a comer y les supo tan rico que de la otra fruta no volvieron a probar. La culebra, satisfecha, le mandó un email a Dios: “Se jodió el Paraíso, Adán y Eva se comieron el anón a escondidas y urge que vusté vuelva para poner orden en la casa, convertida además en discoteca, antro y cuchitril”.
Dios, que ya había recibido el email, aun antes de que se lo mandaran, llegó al paraíso y llamó a Adán y Eva a su despacho.
Arreglándose el nudo de la corbata, preguntó como quien no quiere la cosa: “¿Ustedes no se habrán comido el anón que les dije que no se jartaran, cierto?
Eva, avergonzada, se cubrió las vergüenzas con un taparrabos, y Adán, que era más alebrestado, respondió cabriado: “Pero qué Dios pa’ verraco, lo más sabroso que había y quería que no me lo comiera, eso es creerlo a uno muy bobo”.
“Y, ¿qué de la tal “Discoteca El Paraíso? ¿Acaso yo les di licencia para joder?”
“¿Qué pensabas vos, viejo mandón?, ¿es que no hay derecho a la rumba?”
Dios le respondió: “Tras de ladrón, bufón”, entonces marcó en su celular el número de Barrabás y le dijo: “Venite con Judas y el resto del equipo para desalojar a este par de verracos de Adán y Eva que no solamente volvieron el Paraíso su discoteca privada sino que se comieron el anón que les había dicho que no se comieran”.
“En un santiamén llegamos”, dijo Barrabás, mientras se ponía los guayos y los guantes de boxeo para cumplir mejor la labor, y no acababa de decir estas palabras cuando apareció con los once apóstoles exterminadores a las puertas del Paraíso. Entonces, Dios, que era un poco desmemoriado, les preguntó al verlos: “¿Y no era para el próximo milenio lo del partido de fútbol?”
“Mirá, Jehová, no te la tires de pendejo que estamos aquí para desalojar a esa pareja que no sólo está atrasada con la renta sino que le metió un anón por la boca a una culebra”.
“Ah, verdad, se me había olvidado ese despelote, eso le pasa a uno por bueno, se pone a crear gente para que después se vuelva ingrata, desobedezca y se coma lo que no le corresponde. Háganme el favor y se los llevan a ese planeta que se llama Tierra, adelántelos unos miles de años y de castigo que vivan en Bogotá para que aprendan”.
Dicho y hecho, Barrabás y los once apóstoles exterminadores se llevaron a Adán y Eva de las mechas, los vistieron con unos trapitos para que no les diera mucho frío y los depositaron en una esquina de la 26 con cuarta. Barrabás los miró feo y de despedida les dijo: “Y agradezcan que no los coja a bolillo”.
Adán y Eva se miraron, miraron la ciudad y pegaron un grito de alegría. “Qué lugar tan bacano para poner una discoteca”, dijo Adán, “aquí podemos hacer todo el ruido que queramos y ni pue’l putas nos echan”. “Y podemos seguir comiendo Anón”, agregó Eva.
Desde entonces, la discoteca más puteada y ruidosa de Bogotá ha cogido una fama tremenda por sus rumbas ruidosas y por su lema: “Discoteca El Paraíso, un lugar perfecto para rumbiar y escapar de sus culebras”.