Sería imposible
pasar sin notar la sombra
que crea en la pared blanca
la farola de la esquina
justo donde la Mona
llega con el correo
cada día
repartiendo
recuerdos y melancolías
y si siguiera calle abajo
por la Fábrica de Licores
escucharía a los borrachos
de hace siglos
resonado tambores.
Tal vez podría
pasar por el Café los Gallos
donde John con una sonrisa
sirve sin prisa
el mejor café de la Villa
justo a las tres en punto
cuando por la calle
una incierta Mona Lisa
hace arder la tarde
con su belleza
y enigmática sonrisa.
Miró el reloj del tiempo perdido
y veo que me hacen falta horas
para seguir cada huella
y cada campanazo
que resuena
en paredes, piedras y ventanas,
camino por la carrera octava
porque sé que en alguna parte
me espera un amigazo
desempolvando libros antiguos
mudos testigos de cuando
a los colombianos nos mataban
por un trapo rojo o azul
y nos seguirían matando
y los libros se niegan a olvidar las masacres,
paso por la venta de fantasías
en un parque lleno de maría mulatas
donde me mira una estatua seria
y tal vez adolorida
y encuentro a Pablo
con su último hallazgo
un libro tan antiguo
que más que leerlo
toca descifrarlo
donde se cuenta la historia
de un rey malvado
que asesinó a millares de indígenas
por unos lingotes de oro
cambiando las almas
por las monedas
y clavando las espadas
como en los toros de lidia
en las espaldas de niños, mujeres,
hombres y ancianos,
tiempos de terrores y tiranos
para que el tributo feudal
mantuviera en España
a la realeza,
acostada en medio
de su podredumbre y su pereza…
Así que me devuelvo
tras mi sombra
recorriendo siglos en un paso
recordando nombres
en cada abrazo,
cae la tarde
se apaga el día
y nuestras sombras
siguen deambulando solas
recordando antiguos héroes
y curando viejas heridas…