Soy ave nocturna

9:59 pm Abro la puerta de la calle.

Enciendo el farol y prendo la luna, yo le tomo una foto, ella me guiña un cráter.

Llego a la calle Caliente.

A los pocos pasos se me acerca un hombre joven, barbado, vestido de hippie y de soldado. A veinte leguas se le nota la traba.

Me pregunta: “¿Dónde queda el parque donde se fuma marihuana?”.

Le respondo: “Aquí en todos los parques se fuma marihuana, es la bebida oficial”.

Ahora él no sabe si el trabado soy yo.

Insiste: “No, un parque que queda por aquí cerca”.

“Es el parque Ricaurte, siga derecho”, le digo, “pero, apresúrese no sea que se la fumen toda”.

El hombre desaparece de tres zancadas entre las sombras.

33 pasos más abajo dos perros caminan apresurados, uno pequeño al frente y uno grande detrás. Vienen por la calle del Marqués de San Jorge. Se detienen un momento en la esquina, lo piensan un poco, deciden voltear en la calle Caliente. Me pregunto si llegarán a tiempo a su cita.

Sigo bajando, escucho una música que viene de la plaza, y entre luces titilantes, un cantante hace su mejor interpretación de Juan Luis Guerra, “La bilirrubina”, empiezo a grabarlo, me acerco con el zoom y descubro que es el mismo nombre de antenoche que nos saludó a la puerta de un bar y nos dijo: “¡Bienvenidos a Villa de Leyva!”. Acaba la canción, me acerco y le dejo una propina. No saludamos de mano y le digo: “¡Bienvenido a Villa de Leyva!”, el cantante me contesta, “¡Gracias, hermano!”.

Doy la vuelta a la plaza subo por la calle del parque de Nariño. La calle está a oscuras, una figura se me acerca. Prendo mi linterna, ¡es el trabado de antes!

Me reconoce en su traba y me dice: “¡Qué chimba volver a encontrarte!”. Una vieja amistad de 15 minutos.

Le pregunto: “¿Encontró la yerba?”.

“No, tenías razón, ya se la habían fumado toda”, me contesta.

Sigo calle arriba, allí está el anciano que finge cantar, ocupando media calle con sus bultos al hombro y su manada de perros que podrían tirar de un trineo. Me tengo que cambiar de lado de la calle, los perros ya me miran feo, y sigo por la carrera octava.

Bajo de nuevo a la plaza por la calle 13, el cantante se volvió un dúo y ya van en las viejas canciones de Bladés.

Voy de vuelta al apartamento por la calle Caliente. Delante de mí va una chica apresurada, tiene un pantalón blanco a rayas negras y el pelo rizado. La luna me espera en el árbol de siempre, pero una nube se la pone de ruana y desaparece. Cuando llego a la esquina del parque, la chica del pelo rizado se está devolviendo con cara de enojo. ¡Se la habían fumado toda otra vez!

Bajo por mi calle, abro la puerta, miro hacia el cielo. La luna sigue batallando entre las nubes. Para mí la noche es mágica. Apago el farol y la luna, son las 10:32 pm y a lo lejos alguien canta.

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