Los guerreros caídos

La niebla cabalgaba la montaña, acariciándola con miles de diminutos dedos de rocío. El viento bajaba trotando, recordando el día cuando nació huracán, fuego o caballo.

Una visión borrosa en una rama, como una ilusión de un largo sueño, se despertó de repente entre la arboleda.

Primero fue una mancha marrón aquí, después un destello plateado allá, finalmente un parche de vida más acá. En un instante, sus alas de remolino volaron y su cola de abanico se desplegó contra el viento. Esta ave seguramente no estaba catalogada en ninguna guía, conocida ni por conocer. Según la leyenda, los guerreros muiscas caídos, crecían plumas para confundirse de nuevo con el cielo y con la tierra a su partida. Una vez cada milenio, contaban los abuelos, regresaban en sus vuelos al último lugar que los hubiera visto, para crecer de nuevo plumas de guerrero.

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Foto de Rodrigo Fernández Bahamón

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