De hoy en adelante la alegría no será solamente necesaria sino obligatoria
se debe sonreír, saludar, soñar y suspirar con cada rayo de sol
con cada gota de rocío
con cada hormiga
con cada abeja
con cada caricia
con cada recién nacido
porque el mundo es un milagro que empieza y termina cada día.
La gente reirá de emoción,
inspiración, conmoción
con cada rosa que florezca,
con cada hoja que brote,
con cada silencio que rebote en las paredes del alma.
Amaremos todas y cada una de las gotas
de agua que caigan del cielo
rueden por la tierra
o naveguen por el mar de la vida.
Nos sacudiremos de ilusión, pasión y hasta con la vibración
que deja el picaflor al batir sus alas
formando pequeñas tormentas de ensoñación
en lo profundo del alma.
Nos tomaremos de las manos cada día
y daremos gracias a la Pachamama
por permitirnos vivir este instante,
la alegría será además contagiosa, suculenta, cosquillosa…
Por último quedan eximidos de este edicto
todos aquellos que no hayan sentido
el aire puro de las montañas
que no hayan gozado de un amanecer cristalino
y que jamás hayan respirado ni inhalado
ni gozado del aroma de una flor
y que nunca hayan reído a carcajadas
intoxicados por la belleza de la vida.