Alquimista de lo abstracto

No quiero empezar más vidas, las que tuve fueron suficientes,

fui nube y floté, lloviendo aguaceros de deseos,

fui tormenta y combatí un ejército de dragones polvorientos,

fui rayo y trueno y escribí palabras brillantes y obscenas en el firmamento.

Fui unicornio por un día y les hice el amor a todas las vírgenes de la novena sinfonía, de los 10 mandamientos, de las 11 y 11 de la mañana, de la última campanada de las 12.

Fui arroyo y me bebí todos los peces que subían a copular a mis estanques encantados,

fui culebra y con mi cuerpo escribí mensajes crípticos que anunciaban el principio del fin de lo que todavía no había comenzado.

Fui alquimista de lo abstracto y construí hermosos muros donde se explicaba absolutamente todo lo que no significaba nada.

Fui vendedor de diamantes blancos en el mercado negro, para mujeres descontentas con su felicidad.

Fui muralla china, malla de gallinero, valla de avisos apocalípticos, príncipe y mendigo, vidente y ciego.

También fui especialista en cosas que nunca sucedieron, poeta de rimas disonantes, tajantes y mutantes, catador de ensueños, cantante de tangos desechos por su propia tristeza, monumento a los placeres terrenales, virtuales y decimales.

Pero, por fin vi la luz y entendí que una vida en verdad era más que suficiente para descifrar sin entender todos los misterios del cielo.

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