“En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de las compañías farmacéuticas. Conservaré a mis maestros, al dinero y las ganancias, el respeto y el reconocimiento a que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad, pero a su debido precio. La salud y la vida de mi enfermo será la primera de mis preocupaciones, incluso si para ello tengo seguirlo enfermando. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí, especialmente de Merck, la organización Mundial de la Salud y otros ministerios públicos. Mantendré en toda la medida de mis medios, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica, como cobrar el precio más alto, hacer de esto un gran negocio, atender mal a los pobres y congraciarme con los ricos. Mis colegas serán mis hermanos, si no se oponen a lo que pienso. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, de partido o de clase, con las consideraciones monetarias es suficiente. Tendré absoluto respeto por la vida humana, desde su concepción, pero recuerden que un parto por cesárea es más costoso. Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad, siempre y cuando las leyes digan que puedo ir contra las mismas. Hago estas promesas solemnemente libre de todo honor“.
“Si me amaras aunque fuera un poco, sería eternamente tuyo”, le dijo el gato a la araña.
“Pero, somos tan diferentes”, le contestó la araña. “Yo vivo solitaria en mi telaraña, tu andas siempre solo por techos y jardines, no tenemos nada en común”.
“Sí tenemos algo en común”, contestó el gato. “Ambos somos cazadores solitarios. Nos podríamos acompañar, tal vez nos podríamos llegar a amar y cazar juntos”.
La araña se balanceó en su tela, lanzó un suspiro largo como un rayo de sol y miró esos ojos verdes como el agua y aquella pelambre, pintada como un pastizal. “Es imposible”, respondió, “por más que tratara, jamás te podría amar”.
“Yo podría acariciar tu tela y hacer vibrar las cuerdas de tus sentimientos”, dijo el gato. “Podría ronronearte mi amor y hacer que las cuerdas de tu tela tocarán la más bella melodía”.
“Nunca había pensado en eso”, dijo la araña. “Dices cosas tan hermosas que me tiemblan mis ocho rodillas”.
Final 1
Entonces el gato se acercó a la tela y ronroneó su amor por la araña, hasta quedarse dormido. Durante el sueño, la araña soltó en su cuerpo una sustancia que lo haría como ella, inmune al pegante de su tela.
Al despertar, el gato sintió el calor de la tela y escuchó la voz de la araña que le decía: “Ahora seremos uno solo, puedes dormir protegido en mi tela y yo puedo escuchar la música de tus sueños”.
Final 2
Entonces el gato se acercó a la tela y ronroneó su amor por la araña, hasta quedarse dormido. Al despertar, sintió un calor extraño, trató de moverse pero no pudo. La araña había tejido una hermosa tela por todo su cuerpo.
“Ahora seremos uno solo”, dijo la araña, mientras clavaba en aquella hermosa piel su poderoso veneno.