No importaba cuánto tiempo
hubiera pasado,
nunca olvidaba sus rutinas
y allí estaba,
mirando al cielo
como lo hacía cada día
viendo ya fuera pasar nubes
que presagiaban tormentas
o recibiendo el sol del medio día
extendía sus brazos hacia el infinito
como agradeciéndole al universo
un día más de vida
su piel arrugada
había visto mejores tiempos
cuando los campos se cubrían de verde
y las corrientes de agua
serpenteaban juguetonas
por bosques y pastizales,
llenando el mundo de verdor
y bañándolo con sus propios recuerdos.
El hombre se recostó en su corteza
para recibir un poco de sombra
y leer un libro de versos,
parecía una hormiga
junto al árbol gigantesco
que guardaba en sus raíces
toda la sabiduría del universo…