Al filo de un recuerdo

No sé, simplemente apareció,

ni lo andaba pensando,

ni lo buscaba yo,

pero allí estaba,

vestido en su manto blanco,

como salido de Iguaque

o del Café del Silencio,

escalaba las piedras de la calle,

como las mariposas escalan

los campanarios de un sueño,

los pétalos de una iglesia,

la fragancia de un lucero,

nos sentamos a charlar

mientras que los perros viejos

olfateaban un hogar

perdido entre nuestros huesos,

me contó de ciudades subterráneas

pobladas por duendes buenos,

de lagunas encantadas

sumergidas por milenios,

vimos desfilar las horas

desde su reloj sin tiempo,

mientras la luna desnuda

se bañaba en sentimientos,

el viejo pintor del mundo

se nos detuvo un momento

y de una pincelada

nos sacudió el firmamento,

la fotógrafa estilada

pasó retratando el viento

olvidándose de paso

que éramos sus recuerdos,

discutimos, conversamos

y en una taza de té

bebimos del universo,

de repente se esfumó

a su montaña de ensueños

donde las nubes galopan

y el alma no tiene dueños…

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