derrame su sabiduría de luz
sobre la tierra
mientras nuestra única casa
se derrite, se calienta, se nos escapa
por entre los dedos,
como si existieran otros planetas
que nos aceptaran
como refugiados galácticos…
No tenemos adónde ir
los dueños del planeta
se enterrarán en sus búnkeres
a prueba de metralla y tormentos
mientras los demás nos consumimos
a fuego lento.
Aquí estoy sentado
en el ombligo del mundo,
esperando a que el universo
me dé alguna respuesta,
pero lo único que escucho
es el canto lejano de los gallos…