aleteando como las hojas
de un libro al viento
manos elásticas que se acariciaban solas
mientras recontaba la Biblia
tal como la había vivido
en Melgar toda su vida
en casa de su madre
a la sombra de un Almendro
no se le conoció mujer
ni hombre tampoco
tal vez hubiera vivido un siglo más
de haber tenido a quién contarle
todas las fantasías religiosas
con las que nos deslumbraba por horas enteras,
de no haber tenido esa vocación,
a lo mejor hubiera sido un gran actor
y si hubiera cantado
un exitoso barítono,
ahora solo es el recuerdo
en nuestras mentes de 17 años
de un hombre erguido y delgado
cuyos pasos resonaban en los pasillos
como las campanas de la misa de cinco,
su vida y el perpetuo
parpadeo de sus manos
fueron para nosotros un solo enigma.
Que descanse en paz
y que el último aleteo de sus pestañas
le alcance para llegar al infinito
donde tal vez un día
de nuevo lo veamos…
Hermoso homenaje a nuestro inolvidable profesor de religión y también director de curso en una época. Agradecimiento también al inspirado poeta que nos deja estas sentidas líneas.
Querido Bocadillo:
Gracias por tus recordatorias palabras y aprecio del escrito, es cierto que fue nuestro director de curso por un rato, otro hueco en mi memoria. Tendremos que reunirnos en un homenaje a los partidos…