No hay nada que hacer
las pesadas plumas de la realidad
alzaron su vuelo
no hay nada que esperar
todo lo que tenía que pasar,
pasó,
y como siempre, pasó lo peor,
los conquistadores
ganaron con el filo de sus espadas
y conquistaron a la fuerza
los votos que los mantendrían en el poder,
los asesinos podrían seguir amenazando
y matando,
el pueblo podría seguir muriendo
y los noticieros podrían seguir
desinformando
con sus modelos aterciopeladas
leyendo con voz dulce
historias de horribles accidentes,
incendios tenebrosos
y desastres innaturales,
tal vez comentando un partido de fútbol
o el último grito de la moda,
todo para ocultar
que los líderes sociales
estaban siendo asesinados,
que las elecciones habían sido un fraude
y que el árbitro Geiger de nacionalidad
estadounidense
estaba comprado para hacer ganar a los ingleses
como la Registraduría estaba comprada, vendida y amañada
para que ganara el porcino
candidato del asesino.
Sin embargo, nadie había dicho
la última palabra,
ni la sibila Eritrea,
ni los chamanes del Amazonas,
ni el Oráculo de Delfos
nadie imaginaba el final de esta historia
porque la historia la escriben los pueblos
y los pueblos, como los leones mansos
o los volcanes apagados
tienen un punto de aguante
que cuando explota
solo deja cenizas a su paso…